Liquidar la sanidad pública ... por José Manuel Ponte

Cuando yo fui a parar al Insalud como consecuencia de la privatización del organismo público donde trabajaba, se abrió el proceso de traspaso a las comunidades no históricas de lo que quedaba de ese Instituto. Que era bastante porque afectaba a todo el territorio nacional con la excepción de Cataluña, Galicia, el País Vasco y Andalucía, que ya habían recibido sus competencias con anterioridad.
El elegante edificio de la calle de Alcalá , que albergaba los servicios centrales, se vació de funcionarios y de contenido, y el Insalud quedó reducido, ironías de la historia, a los territorios de Ceuta y Melilla en el norte de África. (Posiblemente, los únicos que, a la larga, se salven de la oleada privatizadora que amenaza a la sanidad española por cuestiones relacionadas con la estrategia militar). Como yo venía de un proceso desamortizador largo, duro y muy conflictivo, advertí a algunos médicos amigos que el traspaso a las comunidades autónomas era una maniobra sibilina para cargarse la sanidad pública so pretexto de mejor defenderla, que es lo que los políticos dicen siempre en estos casos. No me hicieron puñetero caso. Es más, alguno dijo incluso que el traspaso acercaría la gestión a los administrados y tendría en cuenta aspectos peculiares de cada territorio que desde la sede central pasaban desapercibidos. Insistí en hacerles ver que una vez instaurados 17 sistemas de salud con gobiernos de distintas tendencias, cada cual intentaría introducir las modificaciones pertinentes, y aquello acabaría convirtiéndose en un sistema tan injusto como ingobernable. Desgraciadamente, el tiempo parece haberme dado la razón. Hay 17 sistemas de salud, 17 leyes de ordenación de los servicios sanitarios, 17 calendarios de vacunaciones, 17 tarjetas sanitarias, 17 formas distintas de administrar la financiación que llega del Estado, 17 procedimientos distintos de recluta de personal (aunque el sistema MIR se respeta de momento) y un largo etcétera de despropósitos. La inmensa mayoría de los presidentes autonómicos aceptaron entusiasmados el regalo de un servicio que, en muchos casos, igualaba, o superaba, el presupuesto de la entidad receptora, y el disparate se consumó. Trocear un sistema sanitario como el español, tan eficiente y de tanta calidad, es uno de los mayores pecados políticos que puede haber cometido la democracia y sus consecuencias serán nefastas para la población. Pero el intento privatizador persevera en diversos frentes. Estos días, ha trascendido que el gobierno catalán de CiU (derecha nacionalista que acaba de ganar las elecciones) tiene un plan para trocear todavía más la sanidad pública de su competencia abriéndola al capital privado. Los argumentos, de un cinismo insuperable, son los habituales en estos casos (poca flexibilidad en la gestión, rigidez en las contrataciones, modelo agotado, exceso de burocracia etc.). Es decir, las conocidas pamemas del ultraliberalismo político-financiero que ha provocado la crisis que padecemos. Hasta llegar a la interesada conclusión final: "El Instituto Catalán de la Salud es ingobernable". A los que conocimos el Instituto Nacional de la Salud perfectamente gobernable, sostenible y eficiente nos sorprende que alguien quiera vendernos esta mercancía ideológica averiada de la ingobernabilidad sin ruborizarse. Por cierto, aquel Instituto Nacional de la Salud también atendía los servicios sanitarios de la población catalana sin tantos agobios. La propuesta de CiU se produce en un momento político delicado. A un mes de las elecciones generales en las que se da por seguro ganador a un partido sin programa a la vista, y ante la amenaza de una huelga del personal sanitario en Cataluña. Tiempos difíciles.

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2011/10/21/liquidar-sanidad-publica/543648.html

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